jueves, 17 de septiembre de 2009

Jhon Doe

"Just crazy to let my man go
and let some other Jane Doe
come and try to steal him
Oh!No Oh!No"

Alicia Keys



Jhon Doe


De a poco se va armando una rutina. Despertarse no es problema, aunque el despertador está programado para las 8 de lunes a viernes, el calor y la nueva hora de dormirse hacen que me despierte sobresaltado y me de cuenta que faltan varios minutos para que suene. A las 9:07 pasa el colectivo que me deja más cerca, y que además es el que menos gente lleva y puedo viajar sentado los veinte minutos que tarda hasta la salida número cuatro de Taipower Building. Desde ahí son cinco minutos caminando hasta la universidad. En el camino compro alguna fruta (en TW hay puestos de fruta en la calle, que la venden cortada, en bandejitas, y con un pincho para comerla), o alguna factura, y una botella de agua. Subo al octavo piso del edificio Po-ai y espero treinta minutos hasta que empiece la clase. Estudio un rato y como algo mientras van llegando mis compañeros. De 10.20 a 13.10 tengo clase, con diez minutos de recreo cada una hora de clase. A la salida vamos con alguno de mis siete compañeros a comer a un lugar distinto cada día; el costo de la comida varía entre los $8.30 y los $14.16, éste último si es que vamos a un lugar caro. Por lo general los restaurnt tienen arroz y/o sopa y/o bebida gratis. Algunos las tres cosas.
Luego de comer vuelvo al séptimo piso del edificio Po-ai, pero en lugar de ir a la biblioteca voy al Students Lounge. Es un lugar donde podemos comer, tomar, hablar, usar la computadora, descalzarnos, dormir; incluso tenemos un balcón con mesas y sillas al que supongo que le daremos una oportunidad cuando llegue el invierno y la temperatura roce los 16°. A las 16.45 cierra el lugar, y si no quedó mucho por estudiar me vuelvo para casa. A veces hago una parada en la cafetería Mr. Brown, donde tienen internet gratis y pasan musica jazz/clásica/solos de piano, depende el día. Si me quedo un rato más en la facu vuelvo cuando oscurece y paso por algún mercado nocturno para cenar. Luego de allí un colectivo a casa, unos siete minutos.
En casa un poco de música, relax, repaso del examen del día siguiente, un capítulo de Detective Conan (aunque esta semana empecé con Hermanos y Detectives, que es prácticamente lo mismo) y a dormir.

El lunes opté por la opción B y me fui a comer al mercado nocturno de Jing Mei. Un calamar entero a la parrilla $7.08, una ananá entera (cortada y trozada) $5.90, y me fui comiendo la fruta hasta la parada de colectivo. Había un anciano en el asiento donde siempre espero mi colectivo, el 251. Al cabo de unos minutos el señor me mira y me sonríe. Me empieza a hablar en una mezcla de chino, taiwanés y alchohol. Intentaba decirme que no me tomara el 251, que me tomara el BR60, yo no entendía por qué, aunque él trataba de explicarme con mucho ímpetu. Pero no lo entendí. Me lo escribió en una hoja y me lo dió. De alguna manera intentaba decirme que el BR6 me dejaría mejor a donde yo iba. Le sonreí y le agradecí. Luego llegó el 660 y el señor se fue, junto con su olor a alcohol.

Hoy a la tarde volví temprano a casa, luego de almorzar. Llegué, guardé la ropa que ya se había secado, guardé la compu en la mochila y me fui caminando al café Mr. Brown de la calle Muzha. Llego al último semáforo, me detengo a esperar la figurita verde animada y la cuenta regresiva, giro hacia la izquierda y veo un viejo tomando de una petaca, la cierra, la guarda en el bolsillo y se da vuelta. Le digo: Aphey! Nin hao ma? (Tío, cómo se encuentra hoy?), me mira, se sonríe con un poco de complicidad por lo que acaba de hacer y me dice que está yendo a rezar, al pequeño templo detrás de la cafetería.

Así que tengo un vecino que me reconoce. También me saludan la señora que pasa a buscar la basura a la mañana, la chica que hace wafles, la de las bebidas frías, y las chicas del mostrador de la cafetería.


Por otro lado debo decir que tengo un problema. Tengo hormigas. Estuve pensando eso de si no puedes contra ellas, úneteles. Pero no me imagino como podría hacerlo.
Compré veneno, pero la verdad es que no se donde se esconden. Aparecen y desaparecen.

Ayer me propuse un plan. Les dejé una galletita en el piso, cuando me despertara a la mañana la gran cantidad de hormigas me guiarían hasta su cueva, y las llenaría de veneno. Un buen plan por cierto, si las hormigas no se hubieran terminado la galletita completa mientras yo dormía.


Si alguien quiere proponer, que lo haga. Escucho y aplico.

No hay comentarios: