viernes, 4 de febrero de 2011

Elige tu propia aventura

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"We were exiles from reality, that summer. We were refugees from ourselves."

Chris Cleave – The Other Hand


Sin duda alguna, mi primer libro fue alguno de la colección Elige tu propia aventura; el primero que recuerdo creo que se llamaba “Regreso a la cueva del tiempo” o tal vez fue “Regreso a la Atlántida”. Y agradezco a mi madre que me nutrió con todo esto de las posibilidades paralelas, y luego de 20 años dieron resultado.

Luego de cuatro días en las playas paradisíacas de la costa en el golfo Sudoeste de Tailandia debes continuar tu camino hacia el Norte para llegar a Bangkok a tiempo, a más tardar el sábado próximo primero. Sin embargo te quedan dos días libres, y luego de un poco de investigación…

Pasa al próximo párrafo para ir a la fiesta de la Luna Obscura en Koh Phangan.

La persona que contrató tu servicio de transporte confundió “seven” con “eleven”, haciendo que tu viaje comience cuatro horas más tarde. La empresa de transporte falló al coordinar cambio de micro y ferri, dando como resultado un viaje de 9 horas en lugar de 5. Llegas a una isla desconocida, es de noche y al bajar del ferri te encuentras sumergido en la obscuridad total. Un taxi te propone un viaje de 50 pesos hasta tu hotel, mientras que una combi compartida te lo propone por 10 pesos.

Si eliges la combi compartida pasa al próximo párrafo.

Luego de unos minutos de viaje, la combi se detiene y el chofer te invita a bajar. Afuera de la combi, la jungla. La obscuridad y el silencio total. El chofer te dice que camines dirección Norte dos minutos y llegarás al hotel que tienes reservado. Comienzas a caminar entre la penumbra, y notas la ausencia de la combi cuando de repente la única luz de la noche desaparece, eran las luces del auto. De repente notas cuan clara es la noche en el cielo cuando no tienes luz a tu alrededor. Luego de cinco minutos de caminar con una pesada mochila y una maleta te encuentras con algo que nunca imaginarías podría existir: un camino aún más obscuro. Abres la navaja de tu Victorinox, miras hacia atrás y tomas una decisión.

Si eliges volver sobre tus pasos y elegir el camino que siguió la combi, pasa al siguiente párrafo.

Ahora si estás totalmente perdido. Sigues caminando entre la selva, pensando que habrá pasado con tu hotel y deseando que pronto aparezca algún lugar donde dormir. Luego de caminar por horas, que en realidad no fueron más de 20 minutos encuentras una persona en la calle, que casualmente habla inglés. Le preguntas donde puedes dormir, y te dice que si sigues tu camino encontrarás cabañas, pero que si es solo por una noche, ella te puede alquilar una habitación en su casa.

Si decides dormir en la casa de un desconocido en el medio de la jungla, sigue leyendo.

Una gran habitación con ladrillos ahuecados por ventanas, y una cama doble con cortinas mosquitero; un pequeño baño sin agua corriente, eso es todo lo que tienes. Un candado para tu puerta que da al fondo, pero un biombo que te divide de la cocina. Desde la pieza de al lado la abuela te grita “Hello! Leo! Yu hangry? Me take yu to 7/11, cannot walk, very far”. Rechazas la oferta de salir nuevamente a la jungla. Te comes unas galletitas y te llevas tu nuevo libro a la cama.

Te despiertas con los gallos cantando. Abres la puerta que da al fondo y te encuentras con un hermoso parque de palmeras y a solo 20 metros, el Mar del Sur de China, azul y profundo. La abuela te saluda, y te pregunta que quieres hacer. Le comentas que debes ir a Bangkok y te dice que la única forma es tomar el ferri de las 17hs. Tienes todo un día por delante con nada para hacer en medio de la jungla. La abuela Boh te propone alquilar una moto al vecino de enfrente, o quedarte en la playa hasta las 16hs.

Si decides montar una moto por primera vez en tu vida, mira lo que sigue.

Le entregas 20 pesos y tu pasaporte al vecino de enfrente, te da una moto. Abres tu mapa y ves que en la isla hay una sola calle principal (a modo de costanera) y el resto son pequeñas calles que entran en la montaña. Recorres toda la carretera sur de la isla, de Oeste a Este, y nuevamente al Oeste, deteniéndote en todas las pequeñas cosas que te interesan, disfrutando del viento en tu cara y un hermoso día soleado. Parando en las playas, tomando té con leche condensada y licuados de ananá, y charlando con la gente del pueblo. Es sin duda, uno de los mejores días de todo tu viaje. Simple y divertido.

Fin.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Cuando los amigos son descartables, el mundo es un Klenex

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Esas dos inquietudes agravaron mi ya vieja misantropía. Me quedaban unos amigos; dejé de verlos.
Jorge Luis Borges – El libro de arena

Vi a otros amigos volar; por la mañana él también, cual mis anhelos, volará
Edgar Allan Poe – El Cuervo



Sé que rompí la promesa de una nota cada dos días, pero también sé que nadie lo creyó. Y aunque odio las excusas, la verdad es que al cambiar tan rápido de ciudades y países tuve la necesidad de tomarme un tiempo para sentir los cambios. (Una buena excusa es también que las netbook no sirven para ponerse a escribir)

Mi minivan llega a Kuala Lumpur a las 5am de un lunes. Obscuridad total, desconcierto, el taxi no encuentra el hotel y me dice: bueno, debe ser por acá cerca, bajate y caminá. Para mi sorpresa la numeración es alarmantemente escasa, pero luego de 20 minutos de “safari”, esquivando ofertas de sexo y otras cosas varias, logro dar con el hotelsucho de cuarta. Entro y el conserje me dice: ¿Cuál es tu nombre? No, no sé. Dejá la valija acá y volvete tipo 11am. Genial, casi 6am, casi sin dormir, casi sin guita local, lo único que puedo hacer es ir a hacer la cola para subir a las torres Petronas.

Paro un taxi y le digo que me lleve, me dice que no, que camine… y me señala la dirección. Entro a caminar, otra vez, y 20 minutos más tarde doy con las torres. Todavía totalmente de noche. Los de seguridad me dicen que los lunes no abre. SHIT. Me voy a un café, me pido un cappuccino y me siento a ver como amanece, y la gente empieza a aparecer, yendo a sus trabajos. Lunes otra vez para ellos.

KL es una ciudad, literalmente, entre Singapur y Tailandia. No es tan cosmopolita como el primero, ni tiene una cultura tan arraigada como el segundo. La gente es una mezcla de indonesios con indios, pero también con una gran influencia china. Las líneas de monorriel, subte y trenes son todas empresas privadas, así que para hacer combinación uno tiene que salir, caminar y subir al otro, obviamente pagando otra vez.

En mi primer viaje en monorriel hacia las cuevas Batu veo, desde mi asiento, subir a un chico con rasgos occidentales. No es que ahora me hago el oriental y digo que los occidentales son todos iguales, pero su gran parecido con Manuel Delmestro (un profesor de italiano que conocí en Taiwán) es alarmante. Tanto que tomo mi cámara y con disimulo me dispongo a tomarle una foto. Y cuando la asciendo hacia mi cara para encuadrar, él sube la mirada, me mira, yo lo miro, y él me dice: ¿Qué hacés acá Leo?. Yo no lo sabía, pero él también estaba de mochilero, y había tomado el tren que lo llevaba al aeropuerto con destino Indonesia. Una coincidencia extrema.

¿Estás pensando que el mundo es un pañuelo? Antes dejame agregar que cuando estaba haciendo el check-out de ése hotel para dirigirme a Penang, un coreano desde mi espalda me habla en chino, aludiendo conocerme de la universidad Shida en Taipéi. Yo le seguí la corriente, pero sinceramente, los asiáticos son todos iguales.